jueves, 17 de enero de 2013

¿Cuáles son los beneficios de abrazar a tu bebé?


Abrazar a tu bebé es un acto instintivo y natural que se realizas para mostrarle el cariño y el afecto que sientes por él. Pero más allá del significativo beneficio que reporta al niño el factor afectivo, el abrazo también tiene un importante poder tranquilizador y terapéutico y ayuda a los padres a transmitir a sus pequeños una sensación de seguridad y protección que puede repercutir en el desarrollo de su carácter y personalidad. Por ello, la Organización Mundial de la Salud lo recomienda como una técnica saludable y con muchos beneficios.
Los abrazos proporcionan numerosos beneficios físicos a los bebés: les ayudan a regular la temperatura y sus patrones de respiración, mejoran la estabilidad del ritmo cardíaco,  afectan positivamente a su ganancia de peso y al crecimiento y favorecen la oxigenación, entre otros.
Gracias a la estimulación sensorial que se obtiene por el contacto piel con piel y la cercanía con otras personas, el abrazo brinda beneficios cognitivos.
El abrazo encierra un poder tremendo. Crea un vínculo entre las personas y rompe las barreras de una manera que ninguna otra cosa consigue.
Se considera que mantener un contacto físico estrecho con el niño en los primeros meses de vida es esencial para la formación de su carácter y que, del mismo modo, la falta de esta muestra de afecto puede incidir en el desarrollo de su personalidad.

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Fortalece los vínculos afectivos: el abrazo es el método más eficaz para transmitir al bebé el afecto que se siente por él y comenzar a crear así el vínculo entre padres e hijos. El abrazo es importante en esta primera etapa, sobre todo, para optimizar el vínculo con el padre, puesto que al no tener la posibilidad de experimentar la cercanía que proporciona la lactancia, con el acto de abrazar puede alcanzar un importante grado de intimidad con el pequeño y estrechar los lazos con él.

Proporciona seguridad: después de nueve meses en el vientre materno, protegido de todos los agentes externos, el bebé debe habituarse de un modo brusco a un nuevo entorno y prescindir del efecto envolvente y de seguridad con el que contaba durante la gestación. La madre devuelve al pequeño esta seguridad al tomarle en sus brazos y unirle a su cuerpo lo suficiente para que pueda percibir los latidos de su corazón.
Tiene un efecto tranquilizador: los bebés lloran con frecuencia, ya que es la forma recurrente que tienen para expresar sus necesidades fisiológicas. Pero en ocasiones también lloran tan solo para reclamar afecto. En ambos casos, el abrazo ejerce un efecto tranquilizador y calmante que ayuda a reconfortar al pequeño, puesto que evita que se sienta ignorado o abandonado por el adulto.
Facilita la digestión: durante los primeros meses, tanto si la lactancia es materna como artificial, el bebé se alimenta en posición horizontal. Para ayudarle a expulsar los gases y el aire aspirado después de comer, es recomendable abrazar al pequeño en posición vertical y practicarle a la vez un pequeño masaje en la espalda. Esta postura es del mismo modo efectiva para calmar al bebé en el caso de que sufra el denominado cólico del lactante. 
Les enseña el mundo: mientras el bebé permanece tumbado en el cochecito o en la cuna, tiene bastante limitada el área de visión. Sin embargo, la posición vertical que adquiere cuando lo abrazamos y le permitimos observar más allá y adquirir una perspectiva diferente y más atractiva del mundo que le rodea.
Les ayuda a conciliar el sueño: el abrazo ayuda al bebé a relajarse cuando se acerca el momento de dormir y le tranquiliza cuando la falta de sueño le provoca el llanto. En estas ocasiones, lo más recomendable es acunarlo con movimientos rítmicos, e incluso, cantarle alguna canción de cuna.

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